Este cuadro evoca la serenidad de un paisaje terrenal, donde los tonos marrones y beige se mezclan con pinceladas blancas que simulan movimientos del viento o la textura de la tierra. El horizonte difuso en tonos grisáceos crea profundidad, mientras que las capas de textura añaden dinamismo y realismo al terreno. Es una representación abstracta que transmite la tranquilidad de un paraje natural al atardecer.

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